El documento de la Estrategia Valenciana dibuja un escenario que trasciende un contexto de alta gravedad que merece respuestas contundentes cuando los datos están demostrando que la mayoría de los problemas reales están fuera de este ámbito y en el uso de las pantallas por esa población a la que tanto se refiere el documento valenciano.
El bajo número de casos por trastorno de juego o patología de juego que afortunadamente existe en España y sostenido en el tiempo es un logro que obedece a los grados de responsabilidad en una tarea sensible y conjunta desplegada por el empresariado del sector privado y reguladores autonómicos.
La Estrategia Valenciana simboliza un pliego de objetivos que la labor desarrollada en las últimas décadas ha conseguido superar. No lo dice JPNoticias, lo reconoce en sus conclusiones el propio Ministerio de Consumo en el reciente Estudio de Prevalencia, lo destaca el Ministerio de Sanidad al reconocer en 2022 un indicador de diagnosticados por trastorno por juego en España del 0’02% y más recientemente el dato de 2.800 personas atendidas en España ‘por casos de adicción al juego’.
La expectativa que ofrece la Estrategia Valenciana es ambiciosa en sí misma, pero el mensaje que está transmitiendo a la sociedad es que actualmente existiría un gravísimo problema relacionado con la actividad del Juego Privado (naturalmente aquí no hay mención alguna al juego de titularidad pública o semipública), pero en realidad no lo hay por más que todos aspiremos a un indicador 0 (cero).
Así lo testimonian los datos de inspección en Comunidad Valenciana de la última Memoria de 2022 y así también las Memorias de las entidades sin ánimo de lucro que se dedican al tratamiento de este tipo de casos. No es responsable, ni justo alentar una ‘alarma social’ que carece de fundamentos objetivos.